El ruido de la música era ensordecedor y mi mirada se
encontraba fija en el techo, allí se proyectaban figuras hechas por un rayo
láser color verde, el cual se encontraba al lado de la consola en donde se
programaban las pistas musicales. Normalmente las fiestas no son lo mío, pero
por una u otra razón acabo acudiendo a alguna en algún momento del año, en esta
ocasión un amigo me invitó a una fiesta organizada por su hermana y yo no tenía
ningún plan en particular para mi tarde, así que pensé, “que rayos, ¿Por qué
no?”. Si bien es cierto que no disfruto
lo que los universitarios llaman fiesta porque no me gusta tomar alcohol, si me
gusta pasar tiempo con mis amigos, comprar botanas en la noche, platicar de
temas diversos y de vez en cuando divertirme con los estragos que causan las bebidas
embriagantes en ellos.
En esta ocasión muchos de mis amigos no llegaron a la fiesta
y yo estaba fatigado debido a toneladas de tarea que había dejado acumular e
hice una noche antes, por lo tanto tenía ganas de dormir aunque era
relativamente temprano. Antes de que la pila de mi celular se acabara eran
las diez de la noche pero la falta de
personas conocidas en la fiesta y el hecho de que olvidara mi consola de
videojuegos portátil en casa me estaban haciendo desear salir de allí cuanto
antes, así que decidí marcharme una vez que mi amigo regresara del baño. Pasé
mi vista por las personas que estaban en la fiesta, en su mayoría eran chicos
dos o tres años mayores que nosotros ya a punto de egresar de la universidad o
graduados. En la mesa de centro habían diversos tipos de bebidas embriagantes
de todos colores pero claro si yo quería un refresco debía ir por el a la
cocina.
Sentado bebí el último sorbo de mi refresco de Cola y seguí
esperando a que mi amigo volviera, voltee mi vista hacia el sanitario para
comprobar si ya venía de regreso pero no había ni rastro de él, accidentalmente
hice contacto visual con una chica que se encontraba cerca del allí, lo cual
hizo que bajara mi mirada y la dirigiera hacía mi zapato, nunca había notado lo
largas que eran mis agujetas, ya amarradas casi tocaban el suelo. Volví a
dirigir mi mirada hacia el baño y esta vez la chica me saludó, yo pensé en
saludarla, pero quizá le hablaba a alguien atrás de mí así que dejé de voltear
y me dediqué a esperar.
Pasaron algunos minutos y entonces comencé a
buscar nuevamente alguna señal de mi amigo, pero al no encontrarlo me levanté
de mi silla y fui hacia la cocina, allí habían muchas personas que no conocía y
un gato pardo que se había echado sobre un costal vacío a un lado del refrigerador.
Salí de la concina y me dirigí hacia el
baño, pequeños grupos de personas se encontraban conviviendo cerca del allí y justo entre estos estaba mi
amigo platicando. Le dije que me tenía que marchar porque mi camión dejaría de
pasar pronto, lo cual no era del todo una mentira. Él me dijo que me fuera con
cuidado y me ofreció más refresco, pero ya me encontraba suficientemente lleno.
Antes de irme pasé al sanitario, no era un viaje largo al camión, pero no
quería que me dieran ganas de ir a medio camino o tener que orinar en la calle
como un vago.
El cuarto estaba oscuro, la luz no funcionaba, pero para
fortuna no la necesitaba, solo orinaría y saldría. En ese momento pensé que aún
sin luz el lugar era más acogedor que afuera, y sin duda alguien más lo creyó
así porque había un silla dentro, si hubiera traído mis videojuegos sería el
lugar perfecto para jugar un rato.
Me disponía a subir el cierre de mi pantalón y a acomodar mi
cinturón cuando tuve la sensación de ser observado. Sentí que había alguien
además de mí en el baño, dirigí mi mirada hacia la puerta y después hacia mis
espaldas, pero no había nadie allí, solo una pequeña ventana que se encontraba abierta en la parte
superior del muro. Me dirigí hacia ella y la cerré, después abrí el grifo de la
llave y me dispuse a lavar mis manos cuando sentí que algo tocaba mi pierna, el
pánico invadió mi cuerpo y rápidamente giré mi vista hacia el suelo. Desde allí
el gato que estaba durmiendo en la cocina me observó de forma peculiar. Yo
sonreí y salí de allí.
La noche era fría, pero no eran muchas las calles que debía
caminar para abordar el camión, así que caminé despacio y sin prisa, varias
casas tenían las luces apagadas, pero en algunas podías ver uno o dos televisores
encendidos. Un gato gris me hizo compañía en mi camino, a veces se adelantaba y
maullaba a la luna, la cual tenía un increíble cuarto menguante digno de una
fotografía. Seguí caminando y llegué a un cruce de camino, cualquiera de los
dos podía llevarme a la misma calle, el gato tomó el camino de la izquierda,
así que yo decidí a tomar el de la derecha, ya había tenido suficientes de
gatos por un día. Decidí subirme a la banqueta en bueno momento porque un auto
pasó a toda velocidad por la calle. Comencé a escuchar un ladrido que se
acercaba cuando me faltaban pocas calles para llegar a la parada del camión.
Un perro grande salió de una calle lateral trasera, comenzó
a andar tras de mí y ladrarme, entonces comencé a caminar dando pasos lentos
pero largos. El perro seguía ladrando cada vez más fuerte e intentaba morderme,
me detuve sin pensarlo y le pateé, mala idea. El perro se lanzó a mi pierna y
me mordió sin soltarme, yo caí hacia atrás en un intento desesperado por
zafarme y comencé a patearlo con mi otro pie, entonces me soltó y comenzó a
tratar de morder mis pies, los cuales por suerte llevaban tenis gruesos. Varios
perros de otras casas comenzaron a ladrar y aullar. En medio de la adrenalina
me incorporé y comencé a correr, el perro corrió detrás de mí y yo corrí de
regreso calle abajo sin despegar mi vista del perro que estaba a punto de
alcanzarme, de repente tropecé con algo caí al suelo arrastrando uno o dos
metros. Lo que me había hecho tropezar era otro perro que molesto comenzó a
ladrarme, pero por fortuna ambos perros comenzaron a pelear entre ellos
mientras yo caminaba rápidamente tratando de llevar mi cuerpo adolorido lo más
lejos que pudiera.
Encontré un escalón alto de una casa en el cual me senté, ya
no tenía ni idea de donde estaba, el dolor de la mordida comenzaba a sentirse
pero no era profunda, subí mi pantalón y revisé la herida, la cual estaba
sangrando, la escasa luz no me permitía revisarla mejor. Los raspones en mis
rodillas y brazos no eran tan terribles, salvo que mi pantalón ahora tenía dos
hoyos sobre mis rodillas, pero bueno, ya había pasado peores heridas, como
aquella vez en la que me caí de la avalancha y me raspe mi pierna de manera
escandalosa.
No me gustaba nada estar perdido, no sabía el nombre de
ninguna de las calles en esa colonia y la noche ocultaba lo poco que recordaba. Decidí que llamar a la puerta
de alguna casa sería una buena idea o quizá si me topaba con un OXXO podría
pedir prestado un teléfono para llamar a casa o alguna referencia de cómo
llegar a la calle del camión.
Comencé a reír, quien diría que un día tan normal acabaría
así, cinco horas atrás lo más relevante de mi día era aquella larga
conversación que había tenido con mi amigo Patrick y ahora me encontraba solo,
sin celular, lleno de tierra, mordido por un perro y con mi sangre manchado mi
playera. Definitivamente debía verme un poco cómico, Halloween y
día de muertos había sido hace algunas semanas, pero si esto me hubiera pasado
en esos días, la gente pensaría que tenía el peor disfraz de Zombie de la
historia.
A lo lejos vi a una persona en la calle, perfecto, alguien a quien pedirle referencias
al fin. Apresuré mi paso y en cuanto más me acercaba más me imaginaba en casa
con una taza de chocolate caliente y una historia increíble que contar.
Entonces ya a media calle me detuve, la persona que se encontraba delante de mi
tenía una máscara puesta, la parte de atrás era completamente negra y hacía
juego con su saco. Pero a los lados colgaban unas enormes orejas rosas, caminé
algunos pasos más y entonces volteó. La parte delantera de la máscara era el
rostro de un conejo rosado de peluche. Yo iba a preguntar en que calle podía
tomar mi camión, pero antes de que pudiera producir palabra alguna el hombre
con la máscara de conejo movió su mano hacia delante y hacia atrás en señal de
que me acercara, así que di un paso hacia enfrente y me detuve. Un escalofrió
recorrió mi cuerpo, tenía un poco de miedo y unas inmensas ganas de salir
corriendo de allí. El nuevamente sin hablar me hizo el ademán de que me
acercara, yo esperé por unos segundos, estaba confundido y la sensación de
miedo crecía en mí. El ladeó su cabeza hacia la izquierda mientras me
observaba, entonces comencé a caminar despacio hacia la otra acera mientras el
sujeto me seguía con la vista. Ya en la otra esquina comencé a caminar
rápidamente, el seguía haciéndome señales para que me acercara a él. La sangre
de mi pierna para este punto ya había empapado mi calceta y mi tobillo lo sentía entre caliente y frio.
Volteé una última vez hacia el sujeto del disfraz y el ya no se encontraba
allí.
Seguí caminando sin rumbo varias calles, volteaba en cada
esquina porque el delirio de persecución se estaba apoderando de mí. Llegué
hasta un puente que pasaba sobre un rio por el cual no pasaba mucha agua, vi
una escalinata y decidí sentarme un rato. La herida de mi pierna ya no sangraba
y yo estaba más perdido que nunca. A lo lejos vi a un vago que se aseaba en el
rio, pensé preguntarle en dónde me encontraba pero seguro eso sería más
arriesgado que escapar del tipo del disfraz de conejo. Me tomé otro momento
para descansar y decidí continuar mi camino. Por fortuna no tardé mucho en
toparme con un OXXO, tenía las luces encendidas pero el encargado no se
encontraba dentro. Llamé a alguien dentro pero nadie salió, decidí que
esperaría allí, tarde o temprano alguien de la fiesta iría por alcohol y me
verían allí, no había pierde. Pasaron varios minutos, yo me encontraba muy bien
allí, mi pierna ya no sangraba y el viento no era tan frío. Entonces escuché
pasos dentro del OXXO, atrás de mí se abrió la puerta del lugar y salieron dos
hombres armados y con pasamontañas, uno de ellos me apuntó y me dijo que me
sentara nuevamente en el escalón mientras me apuntaba. Un tercer hombre salió
rápidamente y cargó varias cajas con lo que parecían bebidas en una camioneta
estacionada cerca. Me sentí aliviado cuando uno de los tipos prendió la
camioneta y se dispuso a partir. El que me apuntaba me dijo que me levantara,
el tercero sacó al encargado de la tienda a punta de pistola, nos subieron a
los dos en la parte trasera de la camioneta y arrancaron.
Uno de los tres tipos trató de tranquilizarme y notó que mi
zapato tenía sangre, preguntó si estaba drogado. Yo respondí que no, que simplemente
había tenido un mal día. El tipo que conducía le gritó que si seguía hablando
con nosotros y reconocíamos sus voces definitivamente tendrían que matarnos. Yo
comencé a reír nerviosamente pensando que morir definitivamente era una de las
formas en las que mi día podía empeorar, traté de no pensar en ello y
mantenerme positivo, pero la imagen de mi familia en mi funeral pasó
rápidamente por mi mente y no pude evitar sentirme angustiado, se me hizo un
nudo en la garganta.
El auto se estacionó en un lote abandonado cerca de una
fábrica, nos bajaron a mí y al señor del
OXXO para meternos en una pequeña bodega decadente y llena de humedad, uno de
ellos encendió la luz de dos bombillas que alumbraban escasamente el lugar. En
una esquina había varias maletas, una escopeta se asomaba de una de ellas.
Uno de los sujetos entró y nos amarró las manos a un tubo
que estaba en el piso, mientras nos decía en voz baja que llamarían a la
policía para que vinieran por nosotros en cuanto ellos estuvieran lo
suficientemente lejos. El empleado del OXXO me miraba con terror y su frente
sudaba a montones. Por otro lado me sorprendía lo relajado que yo me
encontraba, pero sentía que en cualquier momento podía comenzar a entrar en
pánico.
Un gato nos observaba desde la ventana rota que estaba cerca
de la puerta, afuera los ladrones discutían acaloradamente y no me agradaba
hacía donde se dirigían sus planes. Uno de ellos mencionaba que no tenía sentido
dejarnos con vida si ya nos habían llevado hasta allí, el otro decía que ya
habíamos tenido suficiente y que no les habíamos visto el rostro así que podían
dejarnos. De un momento a otro uno de ellos entró al cuarto sin el pasamontañas
y con la pistola en mano, disparó al empleado del OXXO en la cabeza, yo grité
de la impresión y callé en el momento que me apuntó a mí con el arma, entonces
el gato que hasta ese momento estaba tranquilo observándonos se lanzó a su cara
y rasguñándolo salvajemente, el tipo comenzó a dar tumbos por el cuarto
tratándose de quitar al gato y los otros dos entraron a ayudarle pero entones
entraron varios gatos más por la ventana rota y comenzaron a atacar a los tres.
Yo cerré los ojos tratando de ignorar los gritos y los feroces maullidos. El
tiempo se mi hizo eterno.
Cuando ya no había más ruidos di la vuelta despacio, los
hombres se encontraban tirados en el
piso con todo tipo de cortes en la ropa, la cara y el cuerpo. No sé cuántos
gatos los atacaron pero justo hora en el cuarto ya solo quedaban tres, un gato
gris, un gato pardo y el que estaba tras la ventana. De pronto escuché que
afuera algo se movía sobre la hierba deteniéndose frente a la puerta.
El hombre con la máscara de conejo entró al lugar, se detuvo
ante los cuerpos de los asaltantes y acarició a uno de los gatos que se
encontraba sobre uno de los cuerpos, posteriormente se inclinó a un lado del
cuerpo, acercó su oído a la cara desfigurada de aquél hombre y entonces sin
titubear, le rompió el cuello. Se levantó y revisó a los otros. Se retuvo en medio
de la bodega y me observó y caminó hacia mí, su traje sastre lucía impecable,
fuera de contexto en aquél lugar decadente. Al llegar a donde yo estaba se
inclinó y me observó frente a frente por un momento. Su olor era asqueroso, era
similar al olor de pescado que comenzaba a descomponerse. Inclinó su cabeza
hacia la izquierda como si fuera más fácil verme de ese modo. Uno de los gatos
se acercó y comenzó a maullar, el sujeto asintió como si entendiera al animal, entonces
llevó sus manos a mi cintura y trató de bajar mi pantalón, este no cedió porque
tenía puesto mi cinturón, así que llevó sus manos a mi hebilla y lo soltó con
dificultad. Cuando mi pantalón llegó a mis rodillas me quejé, la sangre de mis
costras ya había comenzado coagularse y
tuvo que dar un tirón para que saliera. Sacó un agua oxigenada y gasas
de sus bolsillos y Procedió a limpiar mis heridas.
Los gatos se acercaron a ayudar quitando las piedritas que
estaban incrustadas en mis rodillas con sus garras, sorprendentemente no
haciéndome daño en el proceso. Al final acabé con una pierna vendada y gasas. El
hombre conejo se levantó, yo lo vi a los ojos asustado y le dije gracias. Lo siguiente
que hizo fue quitarse uno de sus guates, dejando a la vista una mano larga,
delgada y ennegrecida, que terminaba en pequeñas garras en donde deberían estar
sus uñas, sus uñas crecieron de un momento a otro, las levantó sobre su cabeza
y dio un rápido zarpazo a las cuerdas que me unían al tubo. Después volvió a
ponerse su guante, se acercó al cuerpo muerto del trabajador del OXXO, cortó
sus cuerdas, lo cargó sobre su espalda y comenzó a caminar hacia la puerta de
la bodega. Se detuvo en medio del cuarto, volteó y me hizo señas de que lo
siguiera, me detuve a pensarlo un momento, que tal si lo seguía y después me
utilizaba como comida para sus gatos. De momento no tenía otra opción, así que
tomé un desarmador que se encontraba en el suelo y lo seguí. Al salir por la
puerta él ya estaba en la camioneta,
había sentado al hombre del OXXO en el asiento de copiloto y le puso una
máscara de pato, cualquiera podría decir que venían de una fiesta y se había
quedado dormido, me hizo una señal para que me subiera en La batea de la
camioneta, en cuanto lo hice arrancó.
El auto se detuvo cuando estábamos a unas siete calles de mi casa, por un momento no sabía que hacer hasta que el me indicó que me bajara, segundos antes de tocar el suelo el auto arrancó y comenzó a perderse en la distancia. De cierta
forma me sentía agradecido aunque me inquietaba que me hubiera dejado tan cerca
de mi casa, quizá sabe dónde vivo y eso no me agradó. Por otro lado haber sido
testigo de dos homicidios no me había traumatizado y eso me sorprendía, quizá
es cierto que los videojuegos violentos te insensibilizan. Llegué hasta la
puerta de mi casa, esperando que mis padres se encontrarán preocupados y
llorando mi perdida, pero no había nadie en casa, solo una nota en el
refrigerador que decía que estaban en casa de la abuela. Fui a mi cuarto y me
senté un momento pensando en todo lo que había pasado en mi noche, no me sentía
traumatizado, pero tampoco era algo que pudiera olvidar fácilmente.
Sorprendentemente solo habían pasado dos horas y media desde que había salido
de la fiesta y mi vida comenzaba a regresar a la normalidad, la mordida del perro era algo
superficial que ya estaba sanando y en cuanto a los raspones pues había tenido peores. Pensé en contarle todo a mis padres pero si les
contaba seguramente cuestionarían mi salud mental, justo como aquella vez que
les dije que creí ver un Alien afuera de mi ventana. Intenté dormir pero el
silencio de mi cuarto me inquietaba, así que fui a la sala arrastrando mi
cobertor, encendí la tele y poco a poco comencé a quedarme dormido mientras
pensaba en que debía considerar seriamente dejar de ir a fiestas al menos por un tiempo.